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En La Manga tuvimos, además de la fortuna de reunirnos con la familia, la gran familia de Pepe Viña, su esposa e hija, con su suegra, su cuñada y cuñado, con Victor y Mari sus íntimos, además de Monchu, señora y el fíu de ambos, con los que compartimos, mesa, mantel y ricos manjares de mar y de tierra, incluyendo las ricas bebidas que acompañan a los gratos encuentros con amigos y a estas buenas viandas.

Unos venían de Alemania donde viven, otros de Sama de Langreo, nosotros cuatro de Gijón…

Buen viaje, con intensidad de tráfico pero muy fluido tanto la ida como la vuelta.

La estancia, corta, demasiado corta a pesar de salir el miercoles y regresar de domingo, solo dos días de mar… El primero, nos echamos al agua con toda la precaución y cautela que me pedía el cuerpo para no pasarme ni un pelín, confiado en Pablo mi yerno, siempre vigilante al lado, por si tenia que echarme una mano (tan solo han pasado dos meses del trasplante pulmonar) y con Jörg, cuñado de Pepe, profesor de alto standing de golf, un artista en la parrilla y también practicante de la pesca submarina éramos los tres fieras del Mediterráneo. Notamos muy pronto cómo el pescado desaparecía nada más nos íbamos cambiando en la barca del pánico que les entraba al vernos.

Agua cristalina, 14 grados, calma chicha sin viento de ningún lado ni intensidad, tiempo soleado y Viña de lanchero para los tres, ¡que lujo! Nos indicaba las piedras, las pocas piedras a poca agua, sobre los 5 metros, que albergan peces tamaño acuario y a los que no merecía la pena ni mirar para ellos. Seguro que si se hubiera tirado él hubiera visto buenas corvas, salmonetes, incluso algún dentón o mero. Quedó todo el tiempo en la lancha para que disfrutáramos lo más posible. Nos remolcaba para cambiar de zona a mejores piedras en el mismo área y no paraba de darnos buenos consejos.

Supongo que viéndonos tan mataos, pero con capacidad para ir a más agua, Pepe decide llevarnos a sobre los 10-12 metros y que miremos una cueva en la que dice que saqué un mero en una ocasión -Seguro que me lo tenía él amarrado allí-  y que veríamos más movimieto de pescado.

Aunque desentrenado, me encontraba bien, los tobillos pasándome factura, por  las duras aletas que uso. Menos mal que después probé las carbonpreno de Élite y me parecieron una delicia. Con ellas me fue mucho más fácil dar la vuelta a la isla. A los del norte nos resulta mucho más divertido esto que patear la posidonia, aunque con los mismos resultados, poco efectivos. Tan solo un sargo sobre el medio kilo y un botón de similar peso, fueron las capturas entre los tres pescasub. El resto de peces que vimos siempre pequeños. Los gordos pero escasos solamente a partir de los 25 metros como mínimo.

El día siguiente volvimos al mar pero para probar la cacea, menos estresante y cansina, pero que hace engordar más, bebida, bocadillos, fruta… muy divertida tambien, pero muy distante de La Manga, hay que navegar mucho, tanto que vimos un pez vela y el paso de un montón de delfines.

Aqui unas fotos variadas de recuerdo de una Semana Santa de mucho sol, sal, mar y amigos muy familiares.

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