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Hace unos años, viví una grata experiencia, al participar en unas prospecciones subacuáticas en la isla del Corviru, a unos 100 metros de la costa, en Bañugues.

De la mano de Enrique Arnau, y María Ana Noval Fonseca, arqueólogos, coordinados por José Adolfo Rodríguez Asensio todos ellos profesores de la Universidad de Oviedo, se localizaron unos cañones y su munición, consecuencia de un naufragio en el año 1.698.

Desde hacía años se venía citando la existencia de dos cañones hundidos en las aguas de la ensenada de Bañugues, en el concejo de Gozón, Asturias, sin especificar el lugar exacto ni más características arqueológicas. También se contaba con información de pescadores submarinos. En la revista cultural “Parpayuela” de Gozón, firmaba un artículo Isaac García en 1983 que describía el naufragio que el párroco de aquella época Francisco Morán, de Bañugues transcribía cómo habían sucedido los hechos.

Iba narrando la aparecieron varios cadáveres, maltratados por las rocas y cómo varios marineros salieron nadando a buscar supervivientes. Fueron apareciendo días más tarde incluso en otras ensenadas y puertos cercanos.

En verano de 1991 mientras que con estos los arquólogos marcábamos la zona citada de El Corviru y realizaban los primeros estudios, a mi me tocó llevarles en la lancha y tener preparadas para todos las botellas de buceo. En realidad hay 5 metros de calado y se ven a un pequeño golpe de riñón en apnea. En sus publicaciones se citan  las coordenadas, prefiero no ponerlas aquí, aunque si alguno está interesado, supongo tampoco habrá inconveniente.

Durante días, hicimos una limpieza exhaustiva de algas, quedando los cañones a la vista y unas cuantas bolas de munición extendidas a su alrededor en unos cuantos metros cuadrados. Los cañones se encuentran uno sobre otro y el superior es visible totalmente. Ambos de hierro, al igual que las bolas y sobre un fondo rocoso. Su longitud 1,90 m. diámetro de la boca, 19 cm. Estos cañones se clasifican como “cuarto cañón legítimo” y “cuarto cañón bastardo” atendiendo a sus medidas, ya que son ligeramente diferentes.

Las bolas tienen también desiguales diámetros, 19 cm. unas y otras más pequeñas. Están firmemente soldadas al fondo y se podría decir que puede haber un centener de ellas.

Lamentan los profesores que el cura párroco estuviera más preocupado por los cadáveres de los náufragos que por aclarar algún dato del navío, características, cargamento, o el propio recorrido. Lo que se supone es que la embarcación se dedicaba al transporte de munición y llevase ésta almacenada en la proa cuando chocó contra la punta del Corviru y naufragó de forma violenta. Solamente 3 supervivientes y 17 cadáveres.

Como decía al principio una bonita experiencia no solo práctica, sino que en los tiempos de ocio, principalmente en la comida aprendí bastante sobre el tema, cómo alguien que se había llevado alguna bola, se quedaba sin ella, ya que, en contacto con el aire se van cayendo capa tras capa, como si fuera una cebolla que se va secando.

Para la adecuada conservación en un museo, dependiendo de la composición del objeto en cuestión,.ya sea bronce, madera, hierro… se precisan diferentes tratamientos. Inicialmente habría que sumergirlo en tierra en agua salada, un tiemp,o para ir sustituyendo la salada por la dulce. Mientras, a través de un carga eléctrica se introduce corriente al agua para evitar que el hierro se vaya desmoronando y se pueda conservar.

Aunque en Asturias ha habido infinidad de naufragios, son muy pocos los que se han descrito de forma científica, no así en las comunidades vecinas de Cantabria y Galicia.

Mayor me debo estar haciendo (afortunadamente) para contar estas batallitas.

Documento_naufragio.JPG

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