Constancio

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Ayer un amigo me enseñaba esta buena pesca, cogida a caña, dorada, unas lubinas de verdad, sargos, me dió el lugar exacto con las correspondientes coordenadas y hablando con el equipo, formado por Roberto, Juan Pablo y Diego, planificamos y quedamos citados a las 8 de la mañana para dirigirnos cuanto antes al lugar, descartando otro sitio que nos dijo otro colega que había visto dentones y uno, como el parabrisas de un 600.

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El primer problema que nos encontramos fue a un Roberto que llebaba en taxi de doblete, bastante perjudicado, Juan Pablo llegaba tarde como de costumbre pero estuvo hábil reanimando a su compañero haciéndole vomitar para que se recuperase, pero todo fue inútil.

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Después de una larga navegada de más de media hora nos echamos al agua todos… menos Roberto, claro que se quedó como una llámpara pegado al flotador. Pronto descubriríamos que el lugar es precioso, una maravilla, piedras altas, tramos de arena, imposible de verlo todo, pero pescado del bueno, mas bien poco. Diego, mucho más formal que nosotros tres juntos, pescaba y pescaba, yo le ayudaba lo que podía, pero hoy me tiraba más la fotografía.

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Sacó un congrio guapo y el resto de piezas, mejor no las fotografiamos, de dentones, doradonas, choponas y lubinísimas, ni hablamos.

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Apetecía más llevar alguna lechuga de mar y otras algas que están poniendose de moda para comerlas, ante la falta de esas presas que buscabamos con ahínco.

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De vez en cuando algún pinto se dejaba fotografiar, a sabiendas que no llevaba el fusil.

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El congrio dió algo más de juego y cumplió con el objetivo de ir a por una pieza grande.

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El problema está aquí presente, si el casicampeón de los sociales no se moja (por fuera) pues no se pesca.

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El problema es que contagió al otro gran pescador, J.P. que prefirió acomodarse en la lancha y tampoco dio palo al agua. No creo que deba ir a un psicólogo por su adición a la pesca submarina.

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Aquí tenemos al amigo J.Antonio que me decía que lo que pescáramos, lo comía él crudo…