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Mi amigo Celaá, buen aficionado a la pesca submarina, a la fotografía, al monte, a la moto y últimamente a la investigación, me ha traido unas fotos y datos interesantes sobre el Cabo Peñas, sobre algunos de sus lugareños y de esos caminos que nos introducen en el mar en busca del preciado pescado. De ello hablaremos.

Hay muchas bajadas en esta elevada costa a lo largo de todo el cabo. Recuerdo, cuando iba a pescar a pinrel, que me llevaba por esos caminos de pescadores un amigo que vivía en El Ferrero, (parte oeste)  desde Verdicio hasta la ensenada de Llumeres, resultan unos más cómodos que otros, lógicamente, pero hay uno en concreto que me sigue dando escalofríos. Creo que ni las cabras se atreven a pasar por él. Aquellos días tuve pesadillas. Iba siguiéndole, cada uno con su equipo al borde del precipicio, plomos incluidos, claro. Una temeridad, teniendo en cuenta que hay zonas de acantilados tienen más de cien metros y que hay otras bajadas menos pronunciadas y más practicables, pero no tan al norte ni con la esperanza de tanta pesca.

En uno de estos caminos de pescadores es en el que nos vamos a centrar. El que nos lleva desde el Bar CUATRO VIENTOS, situado en lo más alto del cabo hasta la Punta la Gabiera a la vera de la mar y el que empleaban habitualmente los lugareños de esta pequeña historia, además de muchos «cañistas». Este famoso bar, se convierte en un buen punto de encuentro y refrigerio, comidas, además de perfecto observatorio del horizonte marino, llegando a comprobar que tiene curva, no es rectilíneo.

Lo regenta actualmente Manuel Suárez, hijo de Prudencio, (que fuera escolta de Franco). Hace unos 20 años le oí decir a Prudencio cuando él llevaba el bar, una frase que me quedó acuñada: “la mar desde el monte, parece una fonte” ahora, desde la peña, parece una pena, que no está tan en calma vamos. Jubilado y aficionado a la pesca cuenta que en su Bar CUATRO VIENTOS preparaban muchas de esas capturas con unos amigos como Mundo y Belarmino Ovies, hermanos, y Marcial, el farero. Personas que siguen parando en CASA ALONSO para tomar el cafetín de la tarde y seguir contando aventuras y desventuras de aquellos años del pasado siglo.

Recordando aquellos tiempos, le contaron a Celaá cómo llegaron a subir regodones del pedrero para llevarlos a vender a la fábrica de loza, servían para moler con ellos los componentes y los subían con ingeniosos artilugios por el acantilado. Hubo épocas de subir ocle (algas) y eso también ocurre en muchos puntos de la costa asturiana.

Otra anécdota que cuentan, es cuando fueron a pescar en su lancha “Gran Erbosa” que llevaba un motor Diter con cuatro pescadores, (muy adelantados para la época, pues lo normal era ir a remos) el día de San Juan, que pillaron nada más y nada menos que 105 peces, que pesados dieron 352 kilos  y los vendieron por 109 pesetas de la época, a peseta el kilo. Toda una hazaña.

En otra ocasión, un 18 de julio, pescando por  La Galluda, una de las Percebosas, moviéndose por esa zona, llegaron al Bravo y lo vieron rodeado por infinidad de roballizas al oscurecer, plagado de ellas por todo su alrededor. Dicen que la roballiza no quiere sol, lo que quiere más bien es que “haya mar”. Estos pescadores aficionados, preparaban artesanalmente las caceas con plumas de gallos que ellos mismos criaban. Aún tienen muestras de aquellas plumas. Hay que apuntar que el islote del Bravo al este de La Erbosa, lo cubre entero la ola cuando hay fuerte marejada, observable desde costa.

Por cierto que el nombre de la Erbosa viene de hierba. Cuentan estos aventureros que en ella había conejos y que hay incluso un manantial. También era común hace años coger en esta isla huevos de gaviota, algo mayores que los de gallina y no son blancos, están “camuflados” muy apreciados por los pasteleros por su textura. O sea, que hasta de la isla se sacaba jugo, no solo al mar y a los pedreros con su fauna, barbadas, llámparas pulpos y mariscos, también su flora submarina, las algas, además hasta sus regodones. Todo un aprovechamiento.

Un buen día Peltó con su barco les arrimó a su camino de pescadores un puntal con un “güinchi” que instalaron en la piedra para subir la embarcación. También prepararon una pasarela que vemos en la foto. Años después una fuerte vagamar destruyó el puntal inutilizando el guinche que vemos en la foto y también tiró un lado de la pasarela, con lo que ahora hay de dar un rodeo al camino.

Hoy día vemos aquellos vestigios al borde de este camino que siguen recorriendo los pescadores, principalmente de caña, intentando conseguir buenos sargos y porqué no, alguna gran roballiza.

Manuel_Suarez.JPGMANUEL SUAREZ

Antonio_Vega_Miguel_angel_Ovies_Mundo_ovies.JPGANTONIO VEGA, M.A. OVIES CON NEOPRENO Y MUNDO.

Aurelio Santiaguin Mundo y Eduardo_1.JPGAURELIO, SANTIAGUÍN, MUNDO Y EDUARDO.

camino_pescadores.JPGCAMINO DE PESCADORES.

camino_y_pasarela.JPGCAMINO Y PASARELA.

Pasarela.JPGPASARELA DESPRENDIDA.

guinchi.JPGRESTOS DEL GÜINCHI.

Prudencio_y_Mundo_con_las_plumas_de_gallo.JPGPRUDENCIO Y MUNDO CON LAS PLUMAS DE GALLO.

La_Gran_Herbosa.JPGLA GRAN ERBOSA .

cabope__as.JPGCARTA DEL CABO PEÑAS.

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