Constancio

Cuando en la última salida de pesca con lancha, ésta se golpeó la quilla contra el suelo de la rampa, me propuse llevarla a reparar, porque había saltado el gelcoa y se veía un poco la fibra de vidrio.

Con mi socio de pesca Juan Pablo y otro colega, la llevamos a un taller donde reparan fibra. Le pedímos que además, pintara los rayonazos y pintara toda la obra viva. Nos dijo que él solo taparía los golpecitos y pintaría encima, nada más.  Nos pareció que para hacer eso, lo podríamos hacer nosotros.

Como nuestro colega había sido chapista y entiende de ese tipo de obra y de materiales, nos propusimos resolver nosotros el asunto.

Por si fuera de interés para algún amigo este tipo de arreglo, dependiendo del grado de exigencia que se tenga, también podría optar por resolverlo directamente.

Nuestra tarea consistió en: levantar y colgar la embarcación del techo de un cobertizo con la ayuda de un gato de mecánico, dejándola totalmente de lado y libre del remolque, del que, ya puestos, tambien nos ocupamos de lijar, pulir y pintar.

La primera fase, fue tener a mano lijadoras, el cemento con el reactivo adhesivo, pistola para pintar, pintura sintética adecuada, brochas, espátulas, disolvente…

Una vez bien lijado todo el fondo, se procede a sellar los desconchones y rayaduras de los últimos años. Terminada esta tarea, se procede al sellado con la maestría de un buen profesional, con cuidado pues el cemento se endurece muy rápidamente. De nuevo a pulir, eso sí, cambiando de lija, esta vez muy, muy fina, para el posterior pintado o lacado, diría yo. Importante: forrar todo aquello que no queremos que se pinte, como el motor, los balones, consola, etc.

Mientras se espera para la 2ª mano, lijamos con brío todo el remolque, en especial lo que peor estaba: la parte que entra al agua salada, incluidas las ruedas. Esta pintura, también era especial y se la dimos a mano, hasta el último rincón.

Ya secas las partes pintadas, solo nos quedaba pintar el suelo y la consola, de nuevo a desmontar, alfombas, sonda, compás, volante, todo. pintamos hasta los dos cajones, interior y exterior, espejo de popa y quedó como salida de fábrica.

Para remate se colocó un nuevo parabrisas de metacrilato en la consola, dándole calor y doblándolo a la medida. De lejos ni se aprecia por lo nuevo. Cuando se pongan pegatinas, el sol lo amarillee y hagamos alguna rayaduras ya se hará ver.

En tres jornadas, con los amigos Manolo y el «Ciegu», grandes profesionales y excelentes amigos, dejamos la lancha tan bien que parece nueva, y claro, hora, no me apetece venderla a pesar de haberme subido ya la oferta por ella.

Agradecer públicamente a ambos amigos su desinteresada labor que me corresponderá a mi agradecerles en privado.

Ya tenemos «nueva embarcación» para llenar nuestros próximos años de vida, en lugar de nuestras vidas de años sin más. Queremos continuar viviendo aventuras, buenas pescatas, experiencias nuevas, entre ellas y muy próximas están las de ir a Galicia, salir a la captura del bonito y sentir los 200 metros de agua a nuestros pies, una salida nocturna en apnea, salidas de pesca en los sociales, entre otras muchas.

Ahí dejo algunas fotos de la faena.

Así llegaron los plomos de Gijón a Turón (de milagro).

Lijado de bajos. Parte de arriba muy bien.

Más complicada de trabajar la mitad de abajo, de babor.

Aspecto obra muerta desde la proa.

Algunos materiales que se utilizaron.

El pulido que no falte, despues de tapados los desconchones.

El remolque pedía también un repintado, previo un buen lijado.

También había que alimentarse, aunque fuera comida fría y rápida.

Una buena mano de pintura hace milagros.

Si se dan dos manos, ufff, queda como nueva.

Remolque recién pintado, por arriba, por los lados y hasta por abajo.

Pintado de suelo, consola, asientos… esta vez a brocha.

Posando para el recuerdo.

D. Manuel padre. A sus 90 años está muy bien físicamente trabajando y conduciendo todos los días.

Otro momento de relax con las sobras del refrigerio.

Lancha casi lista, en espera de terminar la pantalla de metacrilato, doblándose sobre la mesa.

Los dos maestros, El Ferre y el Ciegu, comprobando los últimos ajustes, antes de salir para Gijón.