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30/10/2016 – El pepino de mar es una delicatesen de la cocina oriental. Esta criatura viscosa y alargada es la única esperanza de cientos de pescadores caribeños que, buscando el pan, encuentran la muerte.

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Miles de pescadores por buceo serán afectados de entrar en vigencia la ley de protección y Seguridad a las Personas dedicadas a la actividad del buceo. Foto LA PRENSA/Jose Garth Medina

Ordenarle a un camarero un pepino de mar preparado al vapor o en sopa puede tomarle no más de dos minutos. Que ese pepino de mar esté en la cocina del restaurante, a un buzo artesanal le tomará cinco días en altamar. Usted lo degustará lento, paladeando un platillo exquisito y suave.

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Cuando el buzo lo saca de las profundidades del mar, agarra con desesperación todos los que puede, porque apenas tiene chance para respirar. Si va a algún restaurante de comida asiática en Nicaragua puede que el platillo le cueste unos US$25. A un buzo, unas cuantas libras pueden costarle la vida.

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El pepino de mar es codiciado en la gastronomía asiática y dos cifras nicaragüenses lo reflejan muy bien.

La primera es que hasta el 28 de julio de 2016 Nicaragua había exportado 8.30 millones de dólares en pepino de mar, un 207 por ciento más que en la misma temporada de 2015.

La segunda cifra es que en septiembre de 2016 murieron cuatro buzos y hasta mediados de octubre habían muerto otros ocho, totalizando doce en menos de dos meses. Todos tratando de conseguir pepino de mar que hasta el momento es el producto mejor pagado en la pesca caribeña.

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Los 12 buzos murieron por el síndrome de descompresión, también conocido como “enfermedad de los buzos”, provocada por las riesgosas condiciones en las que cientos de ellos se sumergen cada día para sacar pepino de mar de las profundidades del océano. El desempleo, la escasez de langosta y la desesperación por llevar alimento a casa, hacen que cada semana, los buzos artesanales empiecen sus viajes a altamar sin protección y sin seguridad. Solo encomendados a Dios.

ORO MARINO

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Se conocen aproximadamente unas 1400 especies de pepino de mar. En Nicaragua se encuentran el pepino de mar café, pepino de mar molongo y pepino de mar carajo. LA PRENSA.

Desde que esta criatura viscosa perteneciente a familia de los equinodermos y prima de las estrellas de mar, se encuentra en los sedimentos del océano hasta que llega al paladar de un comensal, hay un largo proceso.

La cadena va más o menos así: las tripulaciones con buzos salen a pescar en lanchas y el producto lo venden a los acopiadores, que son empresas que exportan el producto o lo venden a otras empresas más grandes para ser exportado también.

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El producto va hacia Estados Unidos y luego es trasladado a países asiáticos como Hong Kong, China, etc.

Para empezar una semana de trabajo, la lancha zarpa con seis personas hacia su viaje en altamar. Un capitán, un pescador, dos buzos y dos marineros pasarán los próximos siete días (dos de viaje y cinco de pesca) tratando de conseguir el codiciado pepino de mar. Visten shorts, camisetas y chinelas, nada del otro mundo. La lancha que también será su cama mide entre seis y siete metros. Ahí, cubiertos con un plástico negro que los protegerá del frío dormirán los próximos seis días, rezando para que ninguna lluvia los agite.

LAS TEMPORADAS DEL PEPINO

El decreto 15-2016, publicado en La Gaceta del 31 de agosto pasado, indica en su artículo 2 que la pesca de pepino de mar se otorgará única y exclusivamente para los pescadores artesanales. El decreto establece que el período de captura de este recurso marino es del 1 de septiembre del año en curso hasta el 31 de diciembre y la veda se reinicia a partir del 1 de enero hasta el 30 de junio de 2017. La captura de ese producto del mar se reiniciaría el 1 de julio de 2017 al 28 de febrero de 2018.

En el mar, los buzos pueden encontrar tres tipos de pepinos en el Caribe: pepino café, molongo o carajo, así lo explica César Paiz, un expescador de Puerto Cabezas quien ahora es representante de un acopio, que son las empresas que compran el producto a los buzos. Los pepinos más comunes y baratos son el molongo y el carajo.

Los buzos pueden recibir entre 90 y 80 córdobas por la libra de carajo y unos 140 o 150 córdobas por la de molongo.

Sin embargo, la verdadera esperanza del buzo está en el pepino más caro, el más escaso y el que a mayor profundidad se encuentra, el pepino café, por cuya libra se paga entre 400 y 450 córdobas.

MUERTE EN EL MAR

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Los buzos artesanales que pescan pepino de mar y langosta sufren del síndrome de descompresión. Este los puede matar, pero si quedan vivos, sufren parálisis total o quedan lisiados. LA PRENSA/Archivo.

En el Caribe ocurre que si un taxista ve que a un buzo artesanal le está yendo bien con la pesca de pepino de mar, probablemente se meta a trabajar como buzo también, aunque no tenga ni los conocimientos ni la experiencia ni la condición física para hacerlo. “Los indígenas por la necesidad y por la crisis, obligadamente buscan el pan de cada día para la educación de sus hijos y de su familia.

Van a bucear hondo y salen muertos, a veces salen en shock. No hay empleo en las dos regiones (RACCN y RACCS). La gente solo busca cómo sobrevivir”, lamenta Roger Rigoberto López, coordinador de la Asociación Movimiento Indígena de la RACCS.

A las siete de la mañana empieza la faena. Después de alejarse unas 15 o 20 millas náuticas, casi 40 kilómetros de la costa, los buzos se preparan para buscar pepino de mar artesanalmente, con las pocas herramientas y el casi nulo conocimiento que tienen.

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Juan Samuel (izquierda) y Roger Rigoberto López (derecha) son parte de la Asociación Movimiento Indígena de la RACCS, a través de la cual buscan ayuda en las instituciones y organismos para que evalúen la salud de los buzos artesanales y los capaciten LA PRENSA/Maynor Valenzuela.

Lo hacen utilizando el sistema “Host”, que consiste en llevar un compresor de aire y conectar a este de dos a cuatro mangueras. Los buzos, usando con suerte un short, una máscara de buceo y un saco para echar el pepino de mar, se sumergen respirando a través de la manguera y pueden permanecer bajo el agua varias horas. Y ya aquí hay varias irregularidades.

Empecemos con el “oxígeno” que reciben. En palabras del doctor Vicente Maltez, el especialista en medicina interna, “lo que él (buzo) recibe es aire ambiental, que no tiene ciento por ciento de oxígeno. Tiene el cinco o el 10 por ciento. Es un compresor seguramente viejo que no está hecho para eso y la concentración de oxígeno es más baja y más pobre”, explica.

Sigamos con las profundidades. Los buzos artesanales, con tal de encontrar pepino de mar café, que es más caro y de mayor calidad, pueden sumergirse hasta a 120 pies, unos 36 metros de profundidad y permanecer ahí durante una y hasta tres horas.

Edgar Castañeda, ecólogo y buzo certificado, dice que desde ahí las cosas están mal, pues el máximo tiempo que debe estar un ser humano a 40 metros de profundidad, es veinte minutos. Además, aclara, las mangueras que usan los buzos ni siquiera son especializadas para esta actividad, sino que son las que venden en ferreterías y con cualquier movimiento precipitado pueden torcerse y bloquear el oxígeno.

Por las bajas profundidades pueden experimentar alucinaciones. Los buzos miskitos usan un término para describirlo, “liwamairin”, que es un espíritu de mar parecido a una sirena que se lleva a los buzos cuando mueren o se enferman. Por esto, han nombrado al síndrome de descompresión el “mal de la sirena”, ya que los ven salir en estado de shock y desesperación.

Sin embargo, aunque la leyenda miskita ya sea bastante popular, Edgar Castañeda, buzo y ecólogo certificado, asegura que se trata de la narcosis, conocida también como la “borrachera de las profundidades”, porque lleva al hombre a un estado de pérdida de conciencia y alucinaciones similar al estado de ebriedad. Castañeda explica que no es algo que se dé solo con los buzos artesanales, ya que también sucede con los certificados, sin embargo a estos últimos se les imparten cursos para aprender a lidiar con ella.

La narcosis es una alucinación común que puede manejarse. Sin embargo, en el caso del buceo artesanal, la peor parte viene cuando un buzo se queda sin oxígeno “entra en una condición asfíxica y de angustia. Y de forma desesperada procede a subir a la superficie y se forman en su cuerpo burbujas de nitrógeno. Crean un fenómeno que se llama embolia, es el otro nombre que tiene la enfermedad de los buzos”, explica Maltez. Las burbujas se acumulan en todo el cuerpo, lo que bloquea el oxígeno a los tejidos.

Cuando el buzo asciende hacia la superficie, sin hacer ninguna parada de seguridad antes, sale prácticamente muerto, indica el doctor. El bloqueo de oxígeno provocará “dolores violentos en el cerebro, los pulmones, en los huesos y en todos los tejidos”.

SÍNDROME DE DESCOMPRESIÓN

Al ascender muy rápido, la presión que actúa sobre el cuerpo se reduce rápidamente y como resultado se forman burbujas en la sangre o tejidos, esta es producida por la inadecuada eliminación del gas inerte disuelto durante una inmersión.

Eso afecta todo el cuerpo de la persona, se producen cefaleas, dolores articulares, vértigos, inconsciencia, trastornos de la coagulación, picores y erupciones cutáneas. Para solucionarlo hay que introducir al buceador en una cámara de descompresión.

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En el hospital Nuevo Amanecer de Bilwi, se encuentra una cámara de descompresión para tratar a los buzos que sufren del síndrome durante sus faenas de pesca. Es la única en toda la Costa Caribe. LA PRENSA/Archivo.

Algunos buzos salen muertos. Otros morados y en shock por la falta de oxígeno. A otros deben sacarlos porque quedaron inmóviles. Quienes sufren del síndrome de descompresión y quedan vivos deben recibir tratamiento en la cámara de descompresión, ubicada en el hospital Nuevo Amanecer en Bilwi. Es la única cámara en toda la Costa Caribe.

Según el acopiador César Paiz, el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social tiene un listado de buzos lisiados al que deberían de tener acceso muchos capitanes de barco, ya que muchas veces los buzos que sufrieron de descompresión y tuvieron alguna secuela, siguen buceando para mantener a sus familias, aunque a duras penas puedan mover las piernas y nadar.

En Nicaragua también se pesca pepino de mar de forma industrial. Se realiza en barcos y los buzos tienen el equipo necesario para bucear con seguridad.

Además, tienen un seguro social en caso de que les pase algo. Debido a las prácticas inseguras del buceo artesanal, el Instituto Nicaragüense de la Pesca y Acuicultura había puesto una veda a la pesca del pepino de mar durante tres meses.

Sin embargo, esta fue levantada el 3 de septiembre de 2016, con un decreto de la Presidencia sobre las Medidas de Ordenamiento para la Pesca de Pepino de Mar del litoral Caribe.

COCINA DEL MANJAR EN ALTAMAR

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El algunos países asiáticos el pepino de mar es considerado un manjar. LA PRENSA.

En un día bueno, una lancha puede pescar unas 100 libras de pepino de mar.

Y en una semana buena pueden obtener 500. Sin embargo, se trata de una criatura delicada que debe empezar a prepararse apenas sale del mar para luego comercializarse. Por tanto, en la lancha donde la tripulación duerme, normalmente se llevaba (porque Inpesca ya prohibió esta práctica) una cocina artesanal elaborada con un barril, además de tanques de gas y de combustible.

De regreso en la costa, después del séptimo día que es usado para viajar, los buzos reciben inmediatamente su pago y pueden ir a sus casas. Como solo los buzos industriales, que pescan con las herramientas de seguridad adecuadas, tienen seguro social, las familias de los buzos artesanales que mueren, a veces reciben ayuda del acopiador para pagar los gastos del funeral y dinero extra, pero solo si el acopiador quiere.

Regresen los buzos sanos, vivos o no, el producto seguirá moviéndose. Los acopiadores los venden a empresas exportadoras y así es como terminan en el platillo del comensal.

Según Erick Álvarez, chef del restaurante de comida china Xin Tian Di, el pepino de mar café es “clase A” y es el que más se usa. Por la cocción de los pescadores en altamar, al llegar el restaurante el pepino de mar está duro, por lo que debe dejarse en remojo durante un día entero y cocerse durante otros tres. “Es como que esté comiendo algo gelatinoso pero durito, no tiene sabor, es como un pescado insípido y pegajoso. Tiene un aceite fino muy rico”, expresa Álvarez.

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Es difícil que el comensal que degusta el viscoso y exótico pepino de mar sepa que la primera vez que se cocinó no fue en una cocina de lujo, sino en una humilde lancha en altamar. Probablemente con buzos agotados y con la piel tostada por el sol y la sal. Los buzos artesanales no conocen otra forma de pescar. Se juegan la vida por una exquisitez que probablemente nunca pagarán con dinero, pero cada vez que se hunden en las profundidades del océano, puede que la paguen con su vida. La Prensa

 

 

 

 

 

 

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