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Vigo 23.05.2013 | Un estudio de Investigaciones Marinas constata que son de la misma especie, cambian de sexo, son sedentarios y pueden vivir hasta 22 años

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Arriba, maragota; abajo, pinto.

Pinto y maragota, dos de las principales especies objetivo de la flota artesanal y de los pescadores deportivos gallegos y cuyas capturas anuales alcanzan las 300 toneladas, acaban de ver desvelados por la ciencia algunos de los secretos de su pacífica existencia en la costa gallega. Y los responsables de tales descubrimientos son los miembros del grupo de Ecología Pesquera del Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC en Vigo, que durante tres años y bajo la coordinación del investigador Fran Saborido, analizaron la biología, la ecología y el comportamiento de más de 1.500 individuos de pinto y maragota, en sus movimientos por el Parque Nacional das Illas Atlánticas y, en concreto, en el canal de las islas Cíes dentro del proyecto «Artevigo». El estudio también incluyó el abadejo, con financiación de la Xunta y participación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea). En esta especie, aunque el estudio fue más reducido, se constató que su talla de primera maduración es de 39,1 centímetros, por lo que recomiendan que la talla mínima establecida en Galicia se aumente de los actuales 30 centímetros a los 40, a fin de proteger esta especie.

El proyecto, que dio lugar también lugar a la tesis doctoral del investigador David Villegas, permitió contrastar que contra la extendida creencia de que pinto y maragota son lo mismo con el color como única diferencias -rojo-anaranjado con puntos blancos el primero y marrón-verdoso la segunda- pertenecen a la misma especie (Labrus bergylta) aunque son diferentes. Ambos son hermafroditas -nacen hembras y hacia los 10 años cambian de sexo-, pero tienen diferencias biológicas significativas hasta ahora desconocidas. Entre ellas, la talla de cambio de sexo -36 centímetros para la maragota y 47,2 para el pinto- y su patrón de crecimiento, puesto que el pinto alcanza mayor tamaño.

Tienen también en común ser «extremadamente» sedentarios (no se mueven más de 1.000 metros al día), son «muy fieles a su territorio, que no abandonan» y se reproducen entre enero y abril. Son los machos los que se encargan de cuidar los huevos que sueltan las hembras. Tienen un crecimiento relativamente lento y son longevos, ya que su edad media es de 13 años aunque pueden vivir hasta los 22. Así lo relató David Villegas, quien detalla que para el estudio, por primera vez en Galicia a gran escala, se usó una red de telemetría acústica para conocer sus movimientos.

A tenor de estos datos, los investigadores realizan recomendaciones de gestión. «Al tratarse de una especie hermafrodita las medidas de gestión clásicas como el uso de tallas mínimas, no son las más adecuadas ya que no protegen a los machos, que siempre son los ejemplares mayores», explican los científicos, quienes proponen medidas alternativas para la especie, tales como «la protección de pequeñas zonas y hábitats, lo que permitiría mantener intactas las poblaciones que allí viven». Faro de Vigo

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