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Pues allá que nos fuimos Francisco, Carlos y yo el pasado dia 27. Hicimos dos noches de hostal y pescamos el martes y miércoles, ya que pasamos de la  huelga.

Justo nos llevó tres horas el desplazamiento desde Gijón hasta aparcar en el Hostal Don Manuel -por cierto cambió su fachada- para relajarnos a continuación y disfrutar en El Barquero de una estupenda cena. Lo más rico el pulpo.

Nada más asearnos, bajamos a la cafetería del hostal y nos prepararon unos buenos bocatas de jamón para el desayuno, además del café, ya que el día se presentaba muy largo, soleado y una mar como una balsa de aceite, una suave aura envolvía tranquilidad y ganas de encontrar peces grandes.

Echamos por la estupenda rampa de Ovicedo la embarcación de 5,50 Narwall de Carlos con el furgón estupendo de Francisco y nos desplazamos pali, pali hasta pasar los aguillones que se ven claramente desde la costa y el faro de la estaca de Bares.

Como media hora de camino, guiados además de sonda y GPS, por la claridad del día y sobre todo por ver de cerca los enormes acantilados de Europa, con sus seiscientos metros de altitud, llegamos y fondeamos la semirrígida. Con calma, con muchísima tranquilidad echamos al agua y nos dirigimos a la costa dispuestos a espantar o atrapar cuantos sargos y lubinas se nos pusieran por delante. Botones y más botones fueron las primeras piezas que se ponían a tiro. A pesar de tener todas más de un kilo y de dos, no tenían ningún interés para nosotros. Habíamos venido por peces gordos y barriga blanca, no es por vacilar. Si, sargos había, pocos, pero no se dejaban. El primer raund, un fracaso para los tres.

Cambiamos de zona. Afortunadamente hay tantísima costa que en cualquier sitio podría saltar la liebre. Así fue. En la medida que nos movíamos parecía que veíamos más y más sargos y lubinas corriendo, además de abadejos, ballestas y botones (a cientos).

Mientras Carlos hacía triplete de sargos yo, varios dobletes. Francisco tampoco quería quedarse atrás y el final de la primera jornada ya teníamos cumplido el cupo. Comimos en la lancha, felicitándones del acierto del día elegido, tan soleado y con la mar tan en calma. Luego, en el hostal,  cambiaríamos una buena bolsa de pescado por otras de hielo. Endulzamos el motor y de nuevo a relajarnos con una buena ducha calentita, ponernos guapos y… a cenar.

Total que el día, resultó mucho más corto de lo que parecía en un principio.

La segunda jornada despues del tradicional desayuno y leida la prensa, el desplazamiento en lancha fue muy cercano.

Lubinas vimos los tres un montón de ellas. Es de las pocas veces que paso de tirar a sargos solo intentar disparar a lubinas. Pasamos de pulpos, de congrios uno enorme, de ballestas (mira que están ricos) en fin, una gozada. Al ser tan selectivos, solo atrapamos 4 furagañas, pero el cabezón de la que yo vi, fue mucho mayor que la que le desgarró a Francisco, seguro.

Desembarcamos en una playa a limpiar el pescado de los dos días en una piedra. Es tanta la riqueza de toda esta zona,  que estaba petado de mejillones, almejas y ostras, aunque allí dejamos todos los bivalvos, no fueramos a tener un problema.

Regresamos al mediodía, parando en una cafetería a por otro bacata, esta vez de para tomar fuerzas de regreso a casa, en espera que nos dejen ir de nuevo.

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Unos de los muchos salientes de Ortegal.

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Aguillones vistos desde la parte oeste. Cabo Orgegal.

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Ballestas grandes y sabrosas. Las que menos trabajo dan. Para limpiarlas solo sacar la tripa y tal cual, al horno.

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Poco a poco íbamos llenando el caldero.

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Dejamos atrás zonas llenas de mucho pescado. Llenísimas de sabrosos peces, ¡hasta crudos!

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Buena pesca, buen ambiente, buena mar, nada malo, todo muy bueno.

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Rico, rico.

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Salmonetes cayeron dos, para mi gusto, el pez con mejor sabor de todos.

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Limpio, escamado, sin cabezas. En casa tenemos ganado el que nos dejen ir de nuevo. Dos días, tres pescadores, estamos dentro del cupo sin problema. También es verdad que dejamos de disparar a «lo fácil».

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Tomando fuerzas de regreso a casa. Misión cumplida. Que nos quiten lo bailao.

Como dice aquel amigo: ¡Comimos, bebimos, «cantemos y bailemos qué bien lo pasemos»!

Ahora toca otra excursión con la Sra. Amalia por Marruecos, Canarias y Madeira 7 días, no se si llevar escondida una cacea…

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