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Esta es una narración que me hace Guillermo, pero se trata de una pequeña parte(incluidas las fotos)  del futuro libro «MECIDA SOBRE LAS OLAS», de Isabel Navarro donde nos contará sus peripecias en ese larguísimo viaje alrededor del mundo con el también navegante Guillermo J. Caval, ambos Asturianos y grandes aventureros que llevan 6 años fuera de Gijón y solamente media vuelta al mundo. Aún les queda mucho por contarnos, y espero que nosotros a ellos. Quieren saber las aventuras que pasamos por aqui, seguro que por lo cotidianas, nos parecen mucho menos interesantes, aunque cuando salimos a la mar, algo tendrá que nos desestresa, nos agota, nos llena de vida y si estamos ya una semana sin hacer unas inmersiones, ya nos entra el «mono».

UN BAJO PERDIDO EN AGUAS DE KUNA YALA (PANAMA).

Uno de los mejores lugares que hemos encontrando para ejercer la pesca submarina fue Kuna Yala (Archipiélago de San Blas en Panamá atlántico) Este archipiélago pertenece a los indios Kuna y es un área autonómica de Panamá. Con 340 islas de las cuales solamente hay 48, Kuna Yala es un auténtico paraíso, no solamente para la pesca, sino para la navegación a vela. Cuando abandonamos Cartagena de Indias, en Colombia, y dirigimos la proa del Tin Tin hacia Kuna Yala, no pensábamos que nuestra estancia allí se iba a prolongar por casi 5 meses. Al paisaje tan exuberante y exótico tuvimos que añadirle el paisanaje, los Kunas un pueblo, una cultura con quienes convivimos, pescamos, asistimos a sus rituales he hicimos buenos amigos.

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Kuna Yana es paso obligado de los veleros que nos dirigimos hacia el Canal de Panamá con la intención de  acceder a través de él al inmenso Océano Pacífico. Y por ello, entre los meses de Enero y Mayo, a veces, nos íbamos encontrando a otros barcos y sus tripulaciones entre los miles de fondeos que existen en el archipiélago. Y estos momentos siempre son propicios para organizar comidas o cenas y para ello es necesario hacer una o varias incursiones de pesca. Muchas de las islas de Kuna Yala están rodeadas de extensos arrecifes, a veces alejados de las ínsulas varias millas y donde la mar rompe con fuerza. También existen algunos pases hacia el exterior, no todos practicables hasta que la mar está realmente bella. La riqueza de vida sub-acuática en el interior de la barrera de coral es importante pero no tiene nada que ver con la existente en la parte exterior. Por ello, muchos días nos dedicamos a seguir de cerca las previsiones meteorológicas con el fin de “adivinar” cuando la mar se podría quedar y por lo tanto poder salir a pescar al exterior.

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En una ocasión encontrándonos fondeados en un conjunto de islas llamadas Coco-Bandero, decidimos salir hacia la barrera exterior con el auxiliar, he intentar localizar un bajo de 8 metros que indicaban las cartas a 1,5 millas al Norte. Metimos el waypoint en el GPS portátil y nos encaminamos a un estrecho pase donde se veían los restos naufragados de un pequeño mercante. Las mareas por este área no son un problema ya que apenas llegan al metro de altura las mas vivas. A medida que nos acercábamos intentamos determinar cual era el lugar mas profundo y ello fue muy difícil como consecuencia de la extraordinaria claridad de sus aguas, lo cual daba la sensación de que íbamos a dar en las cabezas de coral en cualquier momento. También, la mar de fondo ondulaba alarmantemente… pero con mas decisión que razón, decidimos franquear el paso y acceder a las aguas libres y profundas. Y con ese azul intenso navegamos hasta la proximidad del punto que habíamos elegido. Las aguas que rodeaban al supuesto bajo, oscilaban entre los 60 y los 40 metros y sobre la existencia real de este área de bajos fondos teníamos serias dudas ya que las cartas náuticas del lugar datan de principios del siglo XX y en aquella época se cometían graves errores en cuanto a la Longitud. No obstante nos dirigimos hacia un lugar donde parecía que la mar de fondo se elevaba mas de lo normal…y ¡allí estaba!…con un error de ¼ de millas mas hacia el Oeste, se podía observar perfectamente unas aguas de color azul muy claro que indicaba la existencia de un banco de arena. Ahora solo faltaba determinar si todo era arena o había también coral.

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Cuando mirábamos para la barrera, y al otro lado se distinguían las palmeras de las islas donde estaba el Tin Tin, nos entraba cierta aprensión…¡estábamos lejísimos! Fondeamos el auxiliar a la parte norte del bajo con el fin de que el aparejo de fondeo, la corriente y la mar de fondo nos dejase próximos a la parte que pensábamos era la menos profunda. Una importante mar de fondo nos alentó a sujetar al espejo de la embarcación una pértiga de señalización de náufrago de 4 metros de altura, la cual y gracias a su bandera de color naranja, nos señalaría la posición del dinghy en todo momento. Isabel se encontraba nerviosa, y gracias a ese razonamiento mas lógico que tienen las mujeres, pensaba que estábamos demasiado alejados de todo. Y efectivamente, así era, por lo tanto deberíamos extremar las medidas de seguridad.

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Cuando nos echamos al agua, un nuevo universo se abrió ante nosotros. Efectivamente, estábamos sobre un banco de arena, pero éste se encontraba rodeado de formaciones de coral con las mas caprichosas formas. Teníamos un buen día, hacía Sol y éste iluminaba el lugar y se reflejaba en la arena mostrándonos un impresionante espectáculo. Poco a poco fuimos tomando confianza, la corriente con dirección Oeste parecía ser controlable. Con rumbo Sur fuimos nadando hasta la línea de coral. La profundidad oscilaba entre los 8 y los 15 metros de calado para después caer radicalmente. Pronto observamos varios meros que se mantenían evolucionando los unos en torno a los otros justo en la linea que separaba la arena del fondo coralino y mas allá transcurría una larga y profunda grieta. Antes de dar el primer picado, reconocimos bien la zona con el fin de detectar si merodeaban por allí tiburones, ya que, al menos, en el interior de la barrera eran muy abundantes los llamados “punta blanca” y también habíamos visto algún limón.

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No había ningún indicio de escualos… así que emocionado por sentirme el primer ser humano que merodeaba por aquellas aguas, hice un picado hacia unas cabezas de coral que me servirían de ocultación cerca del lugar donde habíamos detectado los meros. A medida que descendía, el entorno se fue convirtiendo en un espacio de tres dimensiones, fueron apareciendo los pequeños detalles, las formas coralinas con su gama multicolor y un sin fin de pequeños peces de todas las formas y colores posibles. Cierta aprensión no fue lo mas favorable para tener una primera inmersión relajada así que una vez llegué al fondo, observé que los meros se habían desplazado hacia la grieta y decidí no prolongar mas este primer intento. Cuando llegué arriba, lo primero que le dije a Isabel fue … ¿viste algo? …en referencia a si había visto algún tiburón…a lo cual ella me dijo que no.

A este primer intento, se sucedieron varios mas hasta adquirir la seguridad suficiente para centrarme en la pesca y para ello había reservado la grieta a donde observé que se dirigían los meros. Así que esta vez convencido del control que se ejercía sobre nuestra actividad, afilé mi instinto depredador y me dispuse abordar el lugar. Baje silenciosamente y me dejé caer a un lateral de la misma, ya con el gatillo caliente y las gomas estiradas al último punto de la varilla. Realicé una espera por si mi presencia promovía la curiosidad de alguna de las piezas y de esa manera no necesitaba entrar directamente en la hendidura y ya cuando daba por finalizada mi estancia pegado al fondo coralino…una enorme cabeza apareció a mi derecha. No era buena la posición para intentar desviarme y disparar, así que preferí, hacer como si no había visto nada y ascender muy lentamente. Cuando llegué a la superficie, busqué a Isabel y la observé relajada y haciendo picados a unos 50 metros de mi posición. Volví a descender y nada mas llegar al fondo 4 meros salieron de un saliente y emprendían la huida hacia lo mas profundo de la grieta, pero una varilla de 6 milímetros interceptó a uno de ellos. Cuando de nuevo llegué a la superficie, Isabel ya se encontraba a mi lado y juntos nadamos hacia la auxiliar para dejar la pieza. Notamos lo duro que se hacía luchar contra la corriente y se hizo patente lo mucho que nos habíamos alejado de la embarcación. Además el mero seguía debatiéndose lo cual dificultaba aún mas la progresión. De golpe vi que bajo nosotros, a eso de unos 5 metros, pasaba un enorme tiburón limón e Isabel sobresaltada mantenía el brazo extendido hacia él señalándolo con el índice. Nuestro ritmo aumentó, la auxiliar parecía no acercarse y la mar de fondo, a veces, solamente nos dejaba observar la bandera naranja de la pértiga de señalización de náufrago. El escualo seguía merodeando a nuestro alrededor y a éste se le sumó otro mas pequeño… Cuando llegamos al dinghy salimos del agua rápidamente y con nosotros la presa…

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Una vez tranquilos y contentos de tener una exquisita captura que nos suministraría unas excelentes comidas para varios días, decidimos mirar a ver si los tiburones seguían por la zona. Nos fuimos al agua y después de llegar a la conclusión de que se habían ido. Nos atrevimos a explorar el lado Este del bajo, pero esta vez sin fusil ya que el objetivo de nuestra manutención ya estaba conseguido. Al igual que ocurría por la parte Sur del bajo, la parte Este ofrecía un fondo rocoso/coralino una vez pasada la lengua de arena donde estábamos fondeados.

Cuando nos acercamos, un grupo compuesto por unos 20 individuos de pargos (cubera snaper) que oscilaban entre los 5 y los 10 kilos, evolucionaba por el fondo en las cercanías de una profunda fisura en el terreno que contenía grandes cabezas de coral. Fue todo un espectáculo calarnos los dos e ir acercándose poco a poco a ellos. Éstos, al principio recelosos, se distribuyeron por el lugar ocultándose bajo las cabezas de coral. Pero en sucesivas inmersiones, fueron cogiendo confianza y se mostraban esplendorosos mostrándonos el color rojizo tan característico de estos grandes pargos, observándonos con sus grandes ojos situados sobre terribles mandíbulas que entreabrían pausadamente.

En otro momento dos barracudas se acercaron a nuestra posición en el fondo, dieron un par de vueltas y desaparecieron en el inmenso azul. Otro tipo de pargos acudieron a la cita en grandes cantidades, estos mostraban una mancha negra en la parte trasera del cuerpo (mongorey snaper) …cientos…miles de peces de coral se sumaron al encuentro, incluso un tiburón de mediano tamaño, de unos dos metros, merodeaba por el lugar pausadamente. Bajábamos y subíamos relajadamente y realizábamos esperas de observación, de contemplación. Un enorme mero pasó a escasos metros de nosotros, nos miró durante unos instantes y lentamente desapareció entre el coral. Varias mantas raya se dejaban ver en la pared del bajo, hacia lo mas profundo. Unas largas antenas delataban a varias langostas ocultas bajo el coral…

Toda la vida oculta salió de su guarida, cientos, miles de colores y formas nos rodeaban. En ese momento el mundo sub-acuático dejó de tener miedo, dejamos de ser importantes, peligrosos, novedosos, y todos los peces que nos rodeaban comenzaron a evolucionar con naturalidad…se había establecido el equilibrio. Desde que descubrí esta terapia, se ha convertido en una de las mas intensas emociones… cuando después de haber depredado, la naturaleza nos perdona…



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La pareja, en la Iglesia S. Pedro, escalera 1 de la playa San Lorenzo de Gijón, al fondo. Año 2004.

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