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Cambió tanto la mar de ayer a hoy que sin viento y sin las olas de ayer, nos permitieron a Avelino y a mi desplazarnos hacia Candás en busca de nuevas piedras con nuevas esperanzas. No sabría decir si tuvimos suerte o no.

El resultado está a la vista, algunos sargos superan el kilo, pero todo el mundo sabe, las piezas que se nos van, son siempre las más grandes. Pues esto pasó, la lubina que vi entrándo rápida a una roca bajo mis aletas, tuve tiempo a disparar «al bulto» fallando, claro. Era no muy grande, sino mucho mayor, grande grande. Suerte para ella. Al arpón le pasó cerca, pero ni la rocé. A los cinco minutos tuve otras dos a la vista, una se fue al vernos de lejos y la otra fallé, a pesar de darme  una gran oportunidad, entró noble, lenta, acercándose mucho, poniéndose a huevo, unos o o tres kilos, pero más torpe no pude ser. Ni la rocé. Mejor para ella, otra vez.

Lo pagaron unos sargos, mientras Avelino también estuvo viendo lubinas de gran porte, pero tampoco entraban, pasando olímpicamente de él. Deben de intuir que él no falla tiro con su fusil.

Ya digo, aguas tranquilas, claras y unos 17º C y bastante lluvia, sobre todo a última hora de la mañana.

Sigo sin saber si tuvimos la suerte de ver esos preciados y preciosos ejemplares sin capturarlos o mala de no ser capaces de subirlos a bordo.

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Me ovidé decir que el depósito de la foto tiene un invento para traspasar la gasolina al de la embarcación sin tocarlo.

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