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Ayer jueves casi todos los alumnos del curso de hortofruticultura organizado por la U.P. acudíamos al Jardín Botánico Atlántico a primera hora de la tarde, con el Profesor Xicu Xabel quien, pacientemente, iba descubriéndonos muchos de los secretos que guardan las plantas, arbustos y árboles, principalmente los frutales que son los que reunen mayor interés por su aprovechamiento gastronómico.

Si queremos buenas y fructíferas cosechas a la hora de sembrar, hemos de plantearnos bastantes cuestiones: qué huerto tenemos, estudiando previamente el clima de la zona, la orientación, superficie, tipo de suelo. Después qué queremos, o qué comemos en casa tanto productos como cantidad, para establecer prioridades, no sembrando más de lo que podamos llegar a comer (o regalar) y de aquellos frutos o plantas más caras, en la estación más idónea y valorando también el tiempo que tenemos disponible para sus cuidados  y el dinero que tenemos que emplear para obtener resultados lo más satisfactorios posible.

Fuimos viendo cómo desde hace miles de años el hombre y las diferentees culturas han ido seleccionando las plantas, procurando coger de ellas las semillas de mayor interés y cómo estas se iban transformando en otras que, con el mismo origen resultaban totalmente diferentes en color, sabor y propiedades.

La forma de tener nuestro propio compost que servirá de aportación al suelo y que nuestras siembras agradecerán por el aporte de esa materia orgánica de carbono y nitrógeno.

En otra sala del Botánico, comprobamos la cantidad de materiales que obtenemos de los vegetales, no solo alimento, sino muchos utensilios de andar por casa desde palillos, lápices, muebles etc. hasta un violín.

Entre otras muchas cosas, resultó curioso observar en la medida que íbamos avanzando pasábamos de plantas olorosas a plantas cada vez más peligrosas y hasta las más venenosas, incluida la cituta y el tejo.

Lo que podemos tener claro, yo sobre todo, que me apuntaré a la permacultura, haciéndome seguidor de Masanobu Fukuoka y Bill Mollison por su filosofía de no trabajar la tierra, además de no usar pesticidas ni similares. Comeremos tomates ecológicos, de gran calidad y buen sabor, pero sobre todo sin que la siembra nos de mucho más trabajo que plantarlo y luego recogerlo para su consumo.

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