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22.05.2015 | El 16 de mayo entró en vigor la prohibición de capturar pulpo en aguas de Galicia. Esta prohibición afecta a la totalidad de artes que inciden en la especie, incluida la pesca marítima de recreo, algo a tener muy en cuenta porque este tipo de actividad pseudo deportiva afecta, y de qué manera, al preciado cefalópodo.

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A partir de ahora, por tanto, o se come pulpo congelado o se utiliza para este menester el procedente de otros países o comunidades autónomas. La veda, decretada por la Xunta, se extiende hasta las 06.00 horas del 1 de julio. Cuarenta y cinco días de prohibición expresa de su captura, que vendrán muy bien a la pesquería, agotada esta de tanta nasa ilegal largada, fondeada e izada a bordo como si el pulpo fuese un recurso sin fin.

Y que no lo es lo saben muy bien aquellos que viven buena parte del año de su captura y que conocen por experiencia propia que, como tal recurso, hay que cuidarlo y mimarlo, y tratar sin miramientos a aquellos que, amparándose en una actividad recreativa o de mera supervivencia, llenan las bañeras o bodegas de sus embarcaciones para, posteriormente, proceder a la venta -asimismo ilegal- de sus capturas en cualquiera de los múltiples bares y restaurantes de una Galicia que no pregunta y se limita a pagar mirando para otro lado.

Hablamos de un producto de gran consumo. Por tanto, quien logra capturarlo sabe muy bien que su venta es absolutamente fácil. Basta con acordar el precio del kilo (cuando el cefalópodo que se ofrece alcanza este peso).

No hay más que ir a nuestros pueblos marineros, a los restaurantes y bares de cualquiera de nuestras ciudades gallegas y caeremos en la cuenta de lo que el pulpo significa en las cartas a disposición de los comensales y a un precio que nunca baja de los doce euros la ración, que es muchas veces el que el bar o restaurante paga a quien ha capturado la pieza ilegalmente. De este modo, el establecimiento hostelero gana más del 300% sin gran esfuerzo.

Esfuerzo era el que, hace años, realizaban hombres como Claudio el de La Cuba, en Ribeira, que mazaba el pulpo contra el cemento del varadero hasta que el cefalópodo adquiría un color que denotaba que ya se encontraba a punto para ser cocido y servido con un poco de sal, otro poco de aceite y una dosis adecuada de pimentón. Hoy basta con congelarlo y se evita el trabajo del mazado.

Aviso pues, a navegantes: se quiere lograr, con la aplicación del plan experimental del pulpo, ajustar la gestión pesquera al ciclo de vida de la especie y proteger, de este modo, su reproducción y contribuir a una explotación más sostenible. No valen trucos de pesca recreativa o deportiva, tan ilegal como la furtiva.

El que quiera pulpo vivo, que lo críe en la bañera de su casa. La Opinión A Coruña