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Un buzo de Porto-Muiños recolectando espagueti de mar.

13/04/201619:55 horas / La empresa gallega Porto-Muiños es pionera en la comercialización de algas en España. Su consumo se está generalizando como en Japón gracias a la colaboración de grandes cocineros.

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Antonio Muiños, propietario de la conservera gallega Porto-Muiños.

Tiene veinte veces más calcio que la leche y diez más que las lentejas. En Japón su consumo es generalizado. Sin embargo, en España se come menos. La introducción de las algas en nuestro país se ha producido a partir de 1998 de la mano de la empresa gallega Porto-Muiños. «Antes solo nos dedicábamos a la fabricación de setas, con las que elaborábamos conservas con verduras y otros alimentos. Pero la demanda era cada vez mayor, por lo que empezamos a pensar en otras alternativas, como las algas de mar», cuenta su propietario, Antonio Muiños.

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El empresario, que fundó la compañía tres años antes con su esposa Rosa Mirás, buceó primero en la Costa da Morte para ver qué tipos de especies existían en la zona. Después acudió a la Universidad de A Coruña para que le asesoraran sobre su sostenibilidad, además de investigar si eran alimentos comestibles.

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Una vez obtenido el permiso correspondiente por parte de la Administración, esta conservera empezó a cultivar y a recolectar las algas que crecen sobre las rocas que bañan las frías aguas del Atlántico. Al igual que en una huerta, «los buceadores seleccionan y cortan los mejores vegetales en la época más adecuada», indica Muiños, quien explica que después son transportados a la fábrica, ubicada en Cerceda, para ser procesados.

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Las costas gallegas tienen más de seiscientos tipos de algas, de las que Porto-Muiños comercializa más de veinte, ya sea en su forma fresca, deshidratada, en polvo o en salazón, entre otras. «Al principio sólo vendíamos las variedades más populares de Japón hasta que descubrimos novedades autóctonas, como el ramallo de mar o la planta laurencia», revela el empresario coruñés.

Sus comienzos no fueron fáciles. De hecho, durante el primer año tuvieron pérdidas: «No se vendía nada porque la gente no conocía el producto ni sus usos culinarios», lamenta el propietario, quien recuerda que regalaron todo lo que recogieron hace diecisiete años. Además, para que el negocio fuera rentable había que recolectar un gran volumen de algas. Por cada kilogramo deshidratado hacen faltan doce frescos.

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Sin embargo, con el paso del tiempo se fueron creando sinergias con las escuelas de cocina y los grandes chef del país para divulgar las propiedades de las verduras del mar y cómo se podían comer. «El objetivo es construir una cultura y explicar a los potenciales consumidores sus características, como el sabor, la textura, el color y el olor», cuenta Muiños, uno de los treinta buzos de la compañía. El directivo apunta que «poco a poco la gente va percibiendo las algas como una huerta del mar, no como un producto que desecha el océano».

Dulse, kombu, wakame, musgo estrellado, nori, erizo, espagueti y lechuga de mar son algunas de las variedades que ha desarrollado esta firma gracias al apoyo de un equipo de científicos. Estos productos no solo están presentes entre los fogones de los restaurantes de alta cocina, sino en tiendas gourmet y especializadas en nutrición.

Consejos de pyme a pyme

  • ¿Cuál fue el momento más duro para la empresa? Los comienzos fueron difíciles, ya que las ventas no cubrían los gastos. Durante mucho tiempo compaginé dos trabajos y me levantaba a las cuatro de la mañana para ir al mar y atender después el negocio de las setas, que servía para financiar el de las algas.
  • ¿Cómo lo superó? Contamos con el apoyo de grandes cocineros españoles que nos ayudaron a difundir los usos culinarios de estos alimentos.
  • ¿Qué figuras destacaría dentro de la compañía? Mi esposa es la protagonista. Yo soy muy soñador, pero ella es más constante y sin perseverancia es imposible que se cumplan tus sueños.
  • ¿Qué supone bucear y cultivar en medio del Atlántico? Es como formar parte del mar. A veces pienso que los peces y los centollos ya nos conocen y no se escapan porque saben que no los vamos a coger. Aprendes cómo se desarrolla la naturaleza y las condiciones climáticas.

El valor de las especies

Calcular el precio medio de un kilogramo de algas resulta complicado. «Trabajamos al ritmo de la naturaleza, por lo que el coste depende de muchos factores: el tipo de vegetal, la época de la cosecha, las condiciones climáticas, la profundidad del mar, el tipo de costa y de roca, el transporte, la recolección y el proceso de transformación del alimento», explica Antonio Muiños, propietario de Porto-Muiños. Además, sus productos tienen un valor añadido: respetan y preservan el medio ambiente. Expansión